Laos y todo el sudeste asiático se asocian erróneamente más con la producción de té que con el café, bueno, nada más erróneo. El café de Laos es un símbolo de orgullo nacional como LaoBier. ¡Para un italiano, probar un café fuera de las fronteras nacionales que no sabe a enjuague de lavavajillas será finalmente una sorpresa muy feliz!
Las primeras plantas fueron traídas por los colonos a principios del siglo XX, pero varios errores de evaluación llevaron al cultivo de la planta en las regiones del norte, lo que resultó inadecuado. De hecho, la producción despegó cuando las plantaciones se trasladaron del norte al sur del país. Después de otra interrupción abrupta provocada por la Segunda Guerra Mundial, que provocó el abandono de la región por parte de los franceses, los empresarios reanudaron lentamente el desarrollo de la industria en el área de la meseta de Boulevan o la meseta de Boulevan. Esta área geográfica cercana a Paksè, en el extremo sur del país, fue escenario de continuas erupciones volcánicas hace millones de años, lo que hizo que el suelo fuera rico en minerales, extremadamente apto para el crecimiento de las plantas de café.
Aquí se concentra el 90% de las empresas que trabajan principalmente variedades arábicas, destinadas a la exportación, mientras que localmente se utilizan Robusta e Ibéricos. En este contexto, nacieron tanto grandes empresas como pequeñas empresas que colaboran con diversas etnias tratando de incentivar el cultivo del café en detrimento del opio. El café de Laos, a diferencia de lo que estamos acostumbrados a tomar, tiene un sabor casi achocolatado y se suele servir filtrado con una base de leche condensada que resulta adictivo al primer sorbo.